Hoy quiero hablar un poco sobre una de mis mayores pasiones: la “docencia”. Como es un tema muy amplio, me enfocaré mucho; demasiado. Me referiré únicamente a la “docencia” universitaria y más concretamente a la de los llamados “nivel superior” y “posgrado”. Más aún (para que nos demos cuenta de lo amplio del tema), ya que este espacio lo dedicamos a la ciencia, me estaré refiriendo única y exclusivamente a la “docencia” involucrada en áreas científicas, eso sí, en todas las disciplinas del conocimiento.
Para empezar una (¿posible?) sorpresa: “docencia” no significa dar clases, es decir, “docencia” no se acota a la actividad de impartir un curso a un grupo de personas (estudiantes) en donde se les informa, enseña, repite, y muestra conocimiento. La “docencia” es mucho más, o quizá debiera decir que debería ser mucho más.
No ahondaré demasiado pero mencionaré algunos elementos importantes. Para el caso particular de impartir un curso, no es posible hacerlo bien sin tener el conocimiento (esto no es exclusivo para las áreas científicas, por supuesto). Entonces, una persona que tiene el conocimiento, independientemente de si ella misma es generadora o no de nuevo conocimiento, puede, en principio dar una buena “clase”. Así nos podemos encontrar personas investigadoras que son buenas o malas para “dar clase” y personas que no son investigadoras, que también pueden resultar ser buenas o malas para “dar clase”.
El asunto es cuando dejamos de contemplar a la “docencia” como solo el dar clases. La enseñanza, la apropiación del conocimiento, la guía, la transmisión integral y robusta de bagaje intelectual y técnico no se logran en una clase. Además, para poder hacerlo bien (formar científicos), de manera honesta y natural, hay que vivirlo, ser parte. Por ello, en esos niveles educativos, es indispensable que las personas que forman, que guían, que comparten: sean.
Mis mejores profesores nunca me dieron una “clase” (en el sentido de tener un curso programado y estar dentro de un aula, etc.). Es más, me imagino que algunos de ellos pudieran ser “malitos” explicando algunos temas enfrente de un grupo de estudiantes. Evidentemente que su “docencia” se extiende mucho más allá de la impartición de cursos.
Me parece curioso que casi siempre (en México, en contexto universitario) se hable de investigadores que no son docentes. Generalizando, pero sin equivocarme demasiado, no es posible concebir un científico que no sea, de manera natural y necesaria, un docente, en el sentido más amplio y hermoso de la palabra. Habrá instructores que no sean científicos, pero no científicos que no sean docentes. Curioso también es que a los científicos (en México, en contexto universitario) se les paga como instructores, a pesar de su habilitación. Para medio compensar esa situación, existe un programa llamado “Sistema Nacional de Investigadores”, que a través de evaluaciones periódicas otorga complementos para de alguna manera compensar la situación (en otro momento comentaré más sobre este asunto).
Regresando: ¿cómo puedo ser un buen “docente”?
Haciendo mi ciencia con la mayor calidad que me sea posible. Incorporando a estudiantes en mis investigaciones, durante todo el proceso. Influyendo a “mis” estudiantes a través de mi comportamiento, por ejemplo no trabajando solo para juntar “puntitos” que me sumen en mis evaluaciones, no publicando por publicar, mostrando honestidad en cada una de mis actividades profesionales, no robando sus trabajos. Retando a “mis” estudiantes a dar el máximo, aunque lloren. Si voy a impartir un curso, preparándolo con toda mi atención y capacidad, exigiendo el máximo de cada una de las personas que tengan el infortunio de tenerme como instructor. Preocupándome por el futuro de “mis” estudiantes, pensar qué van a hacer después, adónde van a ir, con qué herramientas. Conocer y estar al tanto de la realidad en la que tendrán que competir. Ayudarles a competir, volverme su aliado en sus futuros enfrentamientos (aunque ya se hayan graduado e ido a otro lugar). Estar convencido de que a través de ellos se puede cambiar el mundo.
Conozco pocas personas que logren todo esto… en el mundo.
¿Se dan cuenta entonces por qué es maravilloso intentar ser buen “docente”?