Decisiones

junio 23, 2015

Es tiempo de llevar a cabo una de las decisiones más importantes de la vida. Cada año, en estas fechas, miles de jóvenes tienen que tomar una decisión, quizá la primera que realmente tomen por sí mismos, que no solo cambiará pero muy probablemente defina también el rumbo que tomarán sus vidas. Me refiero desde luego a la decisión de qué carrera estudiar. Hoy he decidido escribir unas pocas ideas para ellos. Espero que les lleguen y que los haga pensar un poco.

Jóvenes estudiantes de entre 17 y 18 años, en su mayoría, están decidiendo a qué dedicarse. Lo más probable es que ellos tuvieran poca participación en elegir dónde estudiar su primaria. Muchos de ellos no fueron consultados (o si lo fueron, no los tomaron en cuenta) para decidir dónde hacer la secundaria y algunos hasta la preparatoria. Habrá incluso algunos que tampoco decidan por sí mismos qué estudiar en el nivel superior, pero la diferencia es que ahora sí importa demasiado. Si eres una persona en ese rango de edad y no estás decidiendo por ti misma, ya vas mal.

Son muchos los factores que se toman en cuenta y muchas veces complican la decisión. Dinero (costo y la perspectiva de tener mucho cuando se dediquen a alguna profesión), empleo, gusto, moda, familia, disponibilidad en la ciudad donde se vive y un largo etcétera. Uno de los ingredientes más nefastos que indiscutiblemente la mayoría toma en cuenta, es el de si la carrera elegida tiene una perspectiva económica favorable. Hemos estado cometiendo el grave error, durante generaciones, de “educar” con el propósito de salir de amolados. “Estudia para que tengas un buen trabajo (entiéndase bien remunerado),” es un enunciado que sale de casi todas las bocas sin ser analizado y mucho menos fundamentado. Estudiar para prepararse, para saber, para pensar, para generar, para crear, ¡no’mbre, ¿para qué?!

En fin, no me enfrascaré en discutir esos temas tan inútiles. En vez de eso quiero sugerirles a mis amables lectores que puedan encontrarse en esas fases de la vida (es decir, aquellas personas que estén por decidir qué estudiar, a qué dedicarse, en qué profesión meterse) algunas cosas para pensar y masticar mientras no puedan dormir. Si alguien que no esté en esos menesteres me está leyendo, seguro conoce a alguien que sí. No sean malos, muéstrenle el periódico.

Va: Querido lector, querida lectora que te encuentras por decidir, lee con atención. Una frase célebre, bonita, preciosa y completamente inútil es: “dedícate a lo que te gusta.” No hagan caso, es un fraude. Lo importante no es eso, lo verdaderamente fundamental es pensar “¿para qué sirvo?” Si ustedes logran preguntarse y tomar como inicio de análisis para su decisión la siguiente pregunta, ya la armaron: “¿de qué manera puedo contribuir mejor a la sociedad?” Cuando se lo pregunten, si lo hacen honestamente, lo primero que tendrán que determinar es “¿para qué sirvo? ¿Cuáles son mis habilidades más fuertes?” Es ahí donde probablemente puedan llegar a desarrollarse con el mayor nivel y por ende logren contribuir más y mejor.

No siempre, pero sí muy seguido, resulta que lo que “nos gusta” está fuertemente asociado con lo que sabemos y/o podemos hacer muy bien. Hay excepciones, desde luego, como en todo; por eso esta pregunta es solo el inicio del análisis. Es posible que al final yo pudiera decidir que aunque mis habilidades para la comunicación son mayores que para la música, de todas maneras mi mayor contribución a la sociedad pueda estar relacionada a la música. El punto es partir de esa pregunta.

Otro punto esencial es el siguiente: es posible que pienses que no tienes ninguna habilidad. Es también posible que pienses que tienes muchas, todas del mismo nivel. Ambas cosas pueden ser verdad. En ese caso, tendrás que apostar por una decisión y lo más importante de que debes saber en este caso es: ¡te puedes equivocar! No tiene nada de malo cometer errores y de hecho, entre más pronto los cometas, ¡mejor!

Si elegiste mal y después de un año o dos te das cuenta, alégrate. Cámbiate inmediatamente a hacer algo distinto y avanza. No te enredes por pensar que tienes que terminar lo que empezaste, es un error. Busca lo que te conviene y en lo que puedas dar lo máximo de ti productivamente. Si estás trabajando mucho, dando todo y aun así fallas, no es tu culpa, simplemente debes buscar otro camino (claro, si en realidad sales mal porque no le dedicas todo tu esfuerzo, ese es otro rollo, mejor deja de engañar a tu familia y a ti mismo y busca como contribuir de otra manera que no sea estudiando).

Te deseo la mejor de las suertes. No lo hago porque me caigas bien, lo hago porque me conviene. Tu educación y la de todos los que vivimos en sociedad, es indispensable para que podamos crecer y mejorar. Espero que logres decidir libremente y puedas tener la oportunidad de contribuir y crecer. Solo así podrás lograr plenitud en todos los sentidos.

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Reglas del juego

junio 6, 2015

Juguemos a construir átomos. Nos han enseñado que están formados por un núcleo con carga eléctrica “positiva” y en su exterior por electrones con carga “negativa.” Sabemos también que los núcleos están formados por protones (positivos) y neutrones (¡neutros!), quienes a su vez están formados de quarks y gluones, pero ignoremos eso por el momento. Nuestro juego, en este momento, solo considera núcleos positivos y electrones negativos.

Las reglas de nuestro juego son muy sencillas. Primera regla: cualquier átomo que construyamos debe ser eléctricamente neutro. Para construirlos, primero escogemos un núcleo con cierta cantidad de carga positiva. Luego incluimos un número de electrones tal que cancelen la carga positiva del núcleo escogido. Por ejemplo si escogemos un núcleo con una carga positiva de tres unidades (no nos preocupemos en este momento por el valor de las unidades, simplemente consideremos que nos ayudan a contar y cancelar), será necesario incluir tres electrones (cada uno con una unidad de carga negativa). Así, el átomo que formaremos con ese núcleo y esos tres electrones tendrá una carga final de cero, es decir, neutro.

Segunda regla: Los electrones se acomodarán en “capas” alrededor del núcleo y cada “capa” podrá contener un cierto número máximo de electrones: la primera puede tener hasta dos, la segunda hasta ocho, la tercera hasta dieciocho, etcétera. Por el momento no nos preocupemos por la razón, simplemente tomémoslo como una regla que el juego impone (sí existe una razón). Las “capas” disponibles están distribuidas mas o menos concéntricamente y separadas entre sí por distancias específicas (que tampoco nos explicamos en nuestro juego).

Tercera regla: Debemos ahorrar. Poner un electrón en una capa cuesta energía. Conforme la capa se “aleja” del núcleo, el precio es mayor. La regla consiste en que debemos acomodar los electrones de tal modo que gastemos el mínimo de energía.

Antes de complicar el juego veamos a dónde nos llevan estas tres simples reglas. Como primer intento escojamos un núcleo con carga de dos unidades positivas. Para satisfacer la primera regla escogemos dos electrones. Tomando en cuenta la segunda y tercera reglas, concluimos que los electrones deberán ser colocados en la primera capa.

Otro ejemplo: escogemos un núcleo con cuatro unidades de carga positiva que por lo tanto requerirá de cuatro electrones. ¿Cómo los acomodamos en las capas? Por la segunda regla solo podemos poner dos de ellos en la primera y por la tercera regla, los dos restantes quedarán en la segunda.

Un problemita para quien esté leyendo esto: Escojo un núcleo con 29 unidades positivas. ¿Cómo se distribuyen los 29 electrones requeridos en las diferentes capas?

La diferencia primordial entre los diferentes átomos conocidos es el número de cargas que los conforman y cómo se distribuyen en las diferentes capas. Los átomos que tienen capas “incompletas” se comportan muy diferente a aquellos que las tienen “llenas.” La vida como la conocemos, con toda la variedad de materiales y sustancias, es resultado de esos acomodos. Estas simple reglitas nos pueden ayudar a tener una idea (caricaturesca e incompleta si se quiere, pero creo que útil) de cómo se forman los diferentes átomos. Lo que me interesa resaltar es que dada una cantidad de carga positiva, las reglitas nos definen de manera única cuántos electrones deben ser incluidos y en cuántas capas. Resulta que las distancias entre capas y el número específico de electrones permitidos por capa son cosas que podemos entender y calcular, pero por el momento, en nuestro juego no nos vamos a preocupar por ello.

Bohr_ModelAlgo que sí quiero hacer es complicar un poquito el juego para describir algo muy interesante. Supongamos que el juego nos permite, una vez construido un átomo, “calentarlo,” es decir, nos permite hacerlo vibrar inyectándole energía. Lo ponemos a vibrar y ello hace que los electrones adquieran energía adicional que, en principio, les podría permitir “brincar” a una capa mas cara (es decir, más alejada del núcleo). Recuerden que ir a una capa más alejada cuesta más. Entonces, si el “calor” que le damos a un electrón es suficiente para pagar el precio de una capa más alejada y, además, esa capa no está llena, es posible que, de repente y sin ningún aviso, el electrón gaste su energía adicional y se cambie a esa capa. Si ello sucede, decimos que el átomo está “excitado.” Una vez excitado, la regla de que al universo le gusta ahorrar, nos puede hacer pensar que el electrón que brincó y dejó un “hueco” disponible en la capa de abajo, o algún otro que ya se encontraba en la capa cara, pensará en (o deberá) regresarse y ocupar el “hueco.” Al hacerlo le sobrará energía y se deshace de ella emitiendo energía electromagnética, es decir emitiendo luz. Una luz con una energía correspondiente al precio de ir entre las capas. Mientras haya energía entrando al sistema, eso pasa una y otra vez en un zangoloteo interminable.

Como los precios de las capas (sus distancias entre sí) son únicas para cada átomo, la luz que emite cada átomo en estos zangoloteos es única. Así, si vemos la luz que viene de una estrella y la analizamos podemos, desde aquí, en nuestro planetilla y con este simple juego, determinar qué átomos forman la estrella. Impresionante ¿no?

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