Muchas veces he escuchado la frase fuga de cerebros para referirse a la situación en la que personas altamente capacitadas o con un gran potencial realizan su vida productiva en un país distinto al que nacieron, sobre todo si nacieron en un país subdesarrollado. Como podrán imaginar, en el ámbito científico es común encontrar esa situación y por ende el uso de esa frase.
¿Es la fuga de cerebros un problema?
La ciencia es una actividad internacional, o dicho de otra manera, es una actividad sin nacionalidad. Bueno, más o menos, al final es imposible quitar por completo los sentimientos de arraigo y nacionalismo por completo. También, el hecho de que ciertos países sean los que producen la mayor parte de los resultados (e invierten la mayor parte de los recursos), ayuda a darle tintes regionales a la ciencia y su desarrollo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, incluyendo los de esos países, las personas que llevaba cabo las investigaciones, creaciones y descubrimientos, son de muchas partes del mundo y hay una gran diversidad.
Por otro lado, no debemos olvidar que las personas que nacen en países no desarrollados tienen muchas menos posibilidades de obtener una educación adecuada que les permita acceder a una vida en la ciencia (y a cualquier profesión, pero me enfoco en la ciencia). Ese es un reto que, en nuestro país, debemos enfrentar y tratar de vencer si queremos avanzar.
Cuando una persona de un país como el nuestro decide dedicarse a la ciencia (en el caso de haber tenido la enorme fortuna de estar en esa condición) debe tomar toda una serie de decisiones relevantes para su futuro. En particular, varias de esas decisiones están relacionadas con el lugar en el que debe/puede prepararse. Si tiene la suerte de ser bien orientada, entenderá rápidamente que lo que más le conviene, en términos de formación integral y de nivel, es realizar su doctorado en alguna institución de uno de los países más desarrollados (desde luego en una buena institución, ya que también pueden tener instituciones malas). Si logra hacerlo, ya sea con el apoyo de su país o, mejor aun, del país en donde estudiará***, se dará cuenta inmediatamente de que las condiciones de trabajo y posibilidades de desarrollo existentes en esos lugares son abismalmente diferentes a las existentes en México. No solo en términos de infraestructura física, sino también en el ambiente y ecosistema de trabajo y desarrollo intelectual (y por ende en las posibilidades de contribuir a la sociedad).
*** Un comentario al calce: en países como el nuestro, cuando alguien logra estudiar y pensar en un posgrado en un área científica, es importante mencionar que es posible hacerlo sin tener los recursos económicos para pagar universidades extranjeras (y sin ser hijos de papi ni mami, ni tener contactos ni «relaciones» –> esos por lo general no se van a las ciencias y no concursan becas extranjeras. Los becan sus relaciones a través del erario y, además, consiguen becas de conacyt). Para lograrlo, «solo» hay que competir por becas extranjeras, es decir, «solo» hay que tener la oportunidad de poder hacer una buena licenciatura, lo que en nuestro país – y en otros como el nuestro – es poco probable pero posible.
Al terminar su doctorado (independientemente de quién le financió) tendrá que decidir dónde buscar un empleo. No será muy difícil imaginar que de tener posibilidades reales de conseguir un empleo en una institución de mucho nivel en un país desarrollado, será difícil no aceptarlo.
Sin embargo existen muchas razones por las que las personas deciden volver o no a su país. Muchas de esas razones no tienen que ver con el ámbito científico. Las que sí, también son variadas, pero insisto, si solo se tomara en cuenta el aspecto estrictamente laboral, académico, y además se tuviera la oferta de trabajo en una muy buena institución, seria muy difícil tomar la decision de regresar a México.
Y no es porque la situación sea muy mala, no, es porque la situación es catastrófica. Hay espinas por cualquier ángulo que se tome. Por un lado los salarios. La mayoría de las personas que nos dedicamos a la ciencia en el país laboramos en universidades, sin embargo no se nos contrata como científicas sino como instructoras. Pagan lo mismo a una persona que tenga la formación como científica que a una que no, ya que en el esquema implementado por el gobierno para las universidades, se supone que todas las personas hacemos lo mismo y al mismo nivel** (un milagro, la verdad). Esto se trata de compensar con el Sistema Nacional de Investigadores, pero ni así se acerca a lo que debería ser.
** Se maquilla la situación diciendo que todas las personas hacen investigación»,solo que le llaman investigación a cualquier cosa.
Pero eso no es (ni por mucho) el mayor de los problemas. Para muchos eso no representa una razón suficiente para no intentar contribuir a la ciencia desde nuestro país. Al final, pocas personas se deciden entregar a la ciencia pensando en hacerse ricas. El problema mayor es la inexistente infraestructura científica y tecnológica del país. La falta de recursos para proyectos de gran nivel, de medio nivel y de nivel individual, así como de recursos para garantizar una infraestructura física mínima que permita hacer ciencia a nivel competitivo de manera sostenida a lo largo y ancho de nuestro país (un país enorme, con una población grande, distribuida en toda su extensión geográfica). La falta de una política pública que dé certeza y su lugar a al ciencia como centro de desarrollo integral del país. Todo ello simplemente inexistente. Sí, inexistente, a pesar de todo lo que a veces se cacarea en los medios y dentro de la misma comunidad científica.
Y hablando de comunidad científica, hay otro aspecto por el cual muchas personas no vuelven. Nosotros mismos no somos capaces de generar ambientes de trabajo y organización con un mínimo de meritocracia y trasparencia. Las contrataciones son oscuras, empantanadas, arregladas. Aprovechando la obtusa burocracia y la conveniente dosis de ineptitud en los esquemas de contrataciones de prácticamente todas las instituciones, seguimos contratando y creciendo de la misma manera: endogamia académica, esquema de favores y conocidos (una versión patética de proteccionismo que nos permite auto-engañarnos/simular y decir que estamos apoyando a nuestros estudiantes), un fingido patriotismo y nacionalismo para no contratar a las mejores opciones, vengan de donde vengan, y luego, al mismo tiempo, con la contradicción característica de nuestro surrealismo (inmensa fuente de orgullo nacional), contratando supuestos gurus extranjeros que pa nada sirven.
Y luego, cuando a pesar de todo ello, las enchiladas, los tacos y la familia hacen que alguna que otra desventurada persona decida regresar, seguramente pasará por toda una serie de nefastas indignaciones y sinsabores administrativos. Si tuvo la suerte, el apoyo, la fortuna de que alguien se haya apiadado de ella (o que se aniquilen los esfuerzos de todos los grupos y hayan optado por contratarle para no contratar a los de los demás) y gracias a ello obtener la dicha de haber sido considerada merecedora de una plaza – de la que se espera esté agradecida y en deuda toda la vida – entonces, en ese momento, cuando pensó que ya había terminado el calvario, justo unos días después, se entera que no, que el infierno apenas empieza (descubrirá que se le llama investigación a casi cualquier cosa, que lo académico es completamente prescindible en comparación con otros intereses, que la calidad produce incomodidad en muchas personas, que en aras de «aplicar el conocimiento» y «desarrollar tecnología» se simula y desperdicia una cantidad asombrosa de recursos. Descubre que intentar poner nivel en los esquemas es un pecado capital. Y luego, como postre, descubre que alguien inventó cosas raras como «Cuerpos académicos», «perfil», «estímulos docentes», etc…………..).
La fuga de cerebros no existe. Lo que existe es una deficiente y mediocre organización de la estructura laboral científica en el país. Debemos intentar contribuir a que cambie y dejar de acusar a lo tonto a jóvenes que están buscando su futuro y construir más conocimiento. No hay nada más noble que eso: el haber querido estudiar y aprovechar las oportunidades que pocas personas tienen. Debemos invertir en ciencia y en particular en la formación científica de un montón de personas para que, una vez formadas y preparadas, hagan ciencia competitiva y por ende útil, independientemente del área (disciplina) y lugar.
Para que lo hagan en México será necesario invertir en mejorar la estructura administrativa de la ciencia y la educación. ¿Cómo? Apoyando más y decididamente a las universidades públicas del país. Sí, exigiéndoles claridad, absoluta transparencia e incentivando políticas de contratación basadas en calidad académica. Dejando de pensar en ellas como simple productoras de profesionistas y enfocando recursos a áreas científicas para formación de pregrado de alto nivel como primera fase.
Si lo hacemos, más pronto de lo que imaginamos, la gente regresará y ya no será necesario que a alguien se le ocurra hacer el increíble ridículo de exigirles compromisos de retorno (a la nada) por una beca. Regresarán automáticamente y muchas personas de todo el mundo desearán poder trabajar y contribuir a la ciencia desde instituciones mexicanas.