Disparos (seguimos con la tradición)

diciembre 31, 2016

 

Llamamos tradición a una serie de conductas que reproducimos por costumbre y de manera colectiva. Pensamos en las tradiciones como actividades, sucesos, encomiendas que nos unen, nos definen, nos nutren. Nos hacen sentir que formamos parte. Así, por tradición, personas en una determinada época podían reunirse para celebrar un evento remoto. Un evento en el que nadie en ese momento pudo haber participado, pero que de alguna manera tuvo repercusiones importantes para su comunidad. Desde luego que las tradiciones tienen fecha de caducidad. Unas pueden durar años, otras décadas incluso siglos o milenios. Hay algunas que pueden ser consideradas buenas o malas y esa consideración siempre depende del momento en el que se hace. Por ejemplo, era tradición en algunos países europeos quemar a mujeres a las que se les atribuía algún poder maligno, léase opinar, perdón, léase “brujería”. Visto en nuestra época, podemos decir sin demasiada discusión, que era una tradición estúpida. Sin embargo, en esos tiempos no se veía así y no solo eso, sino que si alguien se atrevía a cuestionar la validez de tan importante tradición, corría el riesgo de convertirse en carne asada.

Otra tradición bonita fue la de los duelos. Los señores civilizados de la época se retaban a duelos para resolver algún problema de honor. Claro que la tradición de los duelos no siempre fue tan civilizada y en realidad tiene su origen en el esquema básico de resolución de problemas del ser humano: pelear. Habrá personas en nuestra época, la que compartimos usted y yo, que consideren a los duelos como algo civilizado y educado. Habrá quien los encuentre arcaicos y barbáricos. A veces, si es necesario, terminarán retándose a duelo para decidirlo.

Muchas tradiciones alrededor del mundo tienen orígenes religiosos. Ninguna religión se salva, todas tienen y promueven ciertas tradiciones. Algunas duran mucho, algunas no. Algunas son trasladadas incluso a otras religiones y a sectores sociales y políticos. Así, entonces, terminamos con una proliferación compleja de conductas colectivas que nos permite sentirnos parte de algo. Y las defendemos.

Somos capaces de matar por tradición. Somos capaces de despreciar a personas por culpa de una tradición. Podemos incluso dirigir nuestra vida, e intentar regir la de los demás, basados en tradiciones. Mañana, un mañana lejano pero que llegará, todas nuestras sagradas tradiciones quedarán reemplazadas, modificadas, adecuadas o extintas. Es así y no es ni malo ni bueno.

Hoy, en estas fechas tan tradicionalmente familiares y de un candor insuperable, escudados por argumentos de tradición, muchos trogloditas a lo largo y ancho de nuestro querido país (y muchos otros) saldrán entusiasmados el primer día del «nuevo» año a las 00:00 horas a disparar armas de fuego al cielo. Esta actividad tan llena de cultura y tradición, aparte de proveer de un sentimiento casi noble de hombría, pertenencia y desmesurado logro, también puede producir tragedias. Por supuesto que es inútil tratar de explicárselo al individuo participante de dicha muestra artística de poderío y sapiencia. Sin embargo creo que es pertinente recordar que ¡todo lo que sube, baja! y que aun cuando la presencia de la atmósfera reduce la rapidez con la que las balas regresan, estas regresan con una rapidez tal que fácilmente penetran un cráneo, un brazo, un tórax. Otra forma de decirlo es que matan.

Estimados lectores, ya que no será fácil convencer a todas esas personas de que no lo hagan, inventemos nosotros una nueva tradición: desde las 23:00 horas del 31 de diciembre y hasta las 01:00 horas del 1 de enero de cada transición anual, busquemos un refugio en donde estemos a salvo de un accidente tradicional. Ah, y no olvidemos invitar al refugio a nuestras mascotas. Felices fiestas.

 


¡Felicidades!

diciembre 22, 2016

 

En nuestro país casi no se lee y ello explica muchas cosas. Tristemente lo poco que se lee no es demasiado variado y está dominado por … basura. Algo también inquietante es que el pequeño porcentaje de personas asiduas a la lectura de calidad tienden en muchas ocasiones a limitar demasiado su rango de temas e intereses. Trataré de explicar mejor lo que quiero transmitir de la siguiente manera: a mí me gusta leer, lo necesito. También tengo la enorme fortuna de contar con muchas amistades que se desenvuelven en áreas distintas a la mía, en particular en las humanidades y las ciencias sociales y que se caracterizan por leer asiduamente. Bien, ahora al punto inicial: cuando alguna de ellas me ha visitado en mi oficina o en mi casa y ven mis libros, siempre, invariablemente, hacen el mismo comentario: “fefo, ¡te felicito!” les pregunto que por qué y me responden “es que tienes libros que no son de ciencia. Te felicito porque no solo lees sobre cosas científicas”. Esta explicación de la felicitación es luego seguida de mi agradecimiento: “gracias, pero supongo entonces que si ahora vamos a tu casa o a tu oficina de seguro encontraremos libros (leídos) de ciencia en tus libreros, ¿verdad?”

Es interesante que a pesar de vivir en una época definida por el conocimiento científico, adquirido durante los últimos cuatrocientos años, no tengamos un mínimo conocimiento sobre ciencia, incluidas las personas que leen y que a veces podríamos catalogar de cultas. Conozco varias personas famosas en los círculos intelectuales que no tienen el dominio científico que se podría esperar de una persona con educación media superior. No saben por ejemplo distinguir si un tema o comentario sobre extraterrestres o sobre calentamiento global es serio o charlatanería.

Es también muy interesante y sobre todo sintomático que por lo general, en países en vías de desarrollo, la ciencia y la cultura se vean como entes separados. Si organizamos un evento cultural no nos sorprenderá en lo más mínimo que nos muestren un bailable o un concierto musical. Una conferencia sobre apreciación del arte y una sobre cómo, a través de las manualidades artísticas, podemos transformar nuestro hogar en un reconfortante y estético ambiente. La muestra de cine y la de escultura, o la lectura de poemas quedarán perfectas en el evento, sobre todo si se involucra a los niños. Si tenemos suerte hasta nos tocará participar en un pequeño número de música ancestral o un taller de manualidades en el que podamos “meter las manos”. Lo que sí nos sorprenderá y no esperamos encontrar es que de repente, en ese mismo ambiente, se nos presente una charla sobre la vida de las ballenas o sobre cómo se produce el oxígeno que respiramos. Eso no. Eso es muy frío y aburrido como para ser cultura.

Es triste. Percibimos la ciencia y el conocimiento como cosas rígidas y asociadas, casi siempre, a materias reprobadas o “aburridas”. Y ahí nos quedamos. O peor, percibimos a la ciencia como una serie de instrucciones inamovibles que solo tratan de limitar nuestra creatividad y nos quiere decir lo que está bien. “Los científicos creen que lo saben todo y solo nos quieren decir lo que se puede o no se puede hacer. ¡Son horribles! ¡Ni que lo supieran todo!”

La mayoría no nos damos cuenta de que vivimos gracias a los conocimientos que hemos generado, durante muchos años, a través de un proceso que en verdad es extremadamente creativo y apasionado. Como todo, para llevarlo a cabo de manera exitosa, requiere de mucho trabajo y dedicación, pero lo que quizá muy pocas personas asocian con la ciencia, y que es una parte fundamental de ella, es el nivel de pasión que ésta otorga y exige de sus practicantes.

Por otro lado, también está el hecho de que comprender un poco sobre la naturaleza y entender algunas de las bases en que se sustenta nuestra vida actualmente, sin necesariamente dedicarse a la ciencia, puede ser muy placentero.

Otra virtud del leer y enterarse de los conocimientos científicos, sobre todo acerca de los procesos que los producen, es que nos puede dar una idea de cómo utilizarlos para tomar decisiones razonadas. La manera en que se hace la ciencia es algo que podemos utilizar en ámbitos que no necesariamente sean científicos y nos puede ayudar a tomar buenas decisiones. Esta faceta es por supuesto pragmática, pero es también interesante.

 


Especial

diciembre 19, 2016

Nos sentimos especiales. Desde las primeras ideas que tuvimos para tratar de explicar nuestro entorno, siempre, de manera natural, inmediata, nos hemos puesto en el centro. Es una cuestión automática, no lo hacemos de maneara consciente. Tomó mucho tiempo, y varios “muertitos”, para que aceptáramos que nuestro planeta no era el centro del universo y que, en realidad, gira alrededor del Sol. Sin embargo, cuando se propuso esa idea, que efectivamente trastocó todos los paradigmas anteriores (todos, incluyendo los políticos, sociales y religiosos, no solo los filosóficos y científicos), se cayó en el mismo “error” de manera automática. Se supuso, sin mucha necesidad de cuestionamiento, que el Sol sería el centro del universo. Si no somos nosotros, ¡sí es “nuestro” Sol! Y pues no, ni la galaxia, ni el grupo local de galaxias, ni el cúmulo de galaxias, ni el super-cúmulo, …

Es maravilloso, somos muy egocéntricos. Yo creo (no tengo la más mínima evidencia) que debe ser algo que nos ha ayudado a sobrevivir, a pesar de ser animales extremadamente sociales y colectivos. Creo que ese egocentrismo es de alguna manera – a primera vista muy contradictoria – el “pegamento” que nos mantiene unidos. Pero no me haga caso, eso simplemente lo creo, y lo que creemos no nos debe importar mucho, solo lo que podamos evidenciar.

En fin, que no somos nada especiales. Y aún así, nos sentimos muy especiales. Seguramente sí somos considerados como muy especiales para algunas personas cercanas a nosotros. A lo mejor alguien que me lee sienta que es muy especial para su ciudad, su estado, su país. Habrá también quien sienta que somos lo mejor y más importante de todo.

Entonces, ¿a quién le importa si somos especiales o no para “el universo”? Seguramente somos muy especiales como seres humanos, en este planeta, para la historia de la humanidad. Seguramente somos importantes.

Estimaciones realizados por el Population Reference Bureau indican que en toda la historia de la humanidad han existido alrededor de 108,200 millones de humanos. En este momento existimos por ahí de 7,500 millones de personas en el planeta. Eso nos dice que en este momento estamos vivos como el 7% de todos los humanos que han existido. Todos (la mayoría, en la que desde luego me incluyo) podemos pensar que somos especiales a nivel individual. Vamos, algunos hasta indispensables se han de sentir (si pensó en algún político, no es casualidad).

Es difícil aceptar que no somos especiales y no puedo dejar de pensar que tengamos algo de especial, ni modo. Lo que se me ocurre es ver qué hemos logrado como humanidad y me doy cuenta de que lo único que puedo considerar especial – valioso – es lo que se ha logrado colectivamente. Me queda claro que lo que se ha hecho en algún momento de la historia, que luego haya servido de algo para otras personas en el futuro, ha sido el conocimiento y el arte generado por grupos de individuos, de manera colectiva. Hay algunos individuos que guardamos en el mito, tratando de perpetuar la idea de que sí somos muy importantes como individuos, pero en realidad no han sido esenciales: siempre han sido un logros colectivos.

Entonces concluyo que somos especiales como grupo, no como individuos. Y luego recuerdo que en términos de biomasa, es decir, de la cantidad de materia orgánica, somos iguales a las hormigas. En otras palabras, en kilogramos de humano y de hormiga, somos iguales en este momento (lo que implica que hay muchas hormigas más que humanos). Me pregunto si las hormigas son especiales colectivamente. Me pregunto si habrá algo especial. Es claro que no, por eso necesitamos creerlo. Fascinante.

keep-calm-you-are-not-special-1

 


Una carta

diciembre 16, 2016

#HablemosDeCiencia con Fefo

eriquiux1Encontré una carta que escribí a mis hermanas hace cuatro años y en la que respondía una pregunta que ellas me hacían: ¿qué haces? Comparto con ustedes mi respuesta.

“… se preguntan qué hago, es decir, cómo es mi día a día. Por lo general uno esta acostumbrado a ver a las personas que laboran ir a un lugar determinado, con un horario fijo y con labores bien definidas. Por lo general uno también ve que la mayoría de estas personas no iría a trabajar si no lo necesitara. Describir mi trabajo en ese sentido es un poco complicado. Tengo por supuesto actividades «normales» que se pueden entender, como dar clases a ciertas horas, dar asesorías, hacer trabajo administrativo, etc. Sin embargo ninguna de estas actividades representan en realidad mi trabajo, son simplemente algunas responsabilidades que tengo debido a mi trabajo.

curru1Mi trabajo es investigar. Investigar acerca de cómo funciona…

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