Los renglones retorcidos de odios(os)

julio 30, 2019

Quienes hayan tenido la enorme fortuna de seguirme por aquí saben que varias veces he mencionado que la ciencia en nuestro país no ha sido apoyada. No es un misterio, la ciencia nunca ha sido considerada como una parte importante, ya no digamos esencial, de los proyectos de país. Ha existido como un rubro, uno más de muchos, que hay que incluir y darle “algo de dinero” para que no se diga que no existe. Nunca se ha entendido a la ciencia como un ingrediente estratégico en el que se fundamenten todos los programas y proyectos.

Quienes me leen saben que digo esto de la importancia y sustancia de la ciencia no porque yo sea científico. Es precisamente por su relevancia que algún día decidí dedicarme a la ciencia. En otras palabras, esto no pretende ser una queja por pertenecer a sector que no ha sido tomado en cuenta, esto es una preocupación general de que, al no considerar la ciencia como una de las guías más útiles e importantes para el desarrollo del país, estamos destinados al fracaso. Si no lo cree, considere que la realidad actual del país es evidencia contundente del desinterés y poco entendimiento de ello que tuvieron los gobiernos del pasado.

Se habla de que en tal o cual administración se aumentó o disminuyó el presupuesto, que se crearon o cerraron centros, becas, etcétera. La verdad es que hay ciencia (básica, sobre todo) en México gracias a esfuerzos descomunales de personas que han logrado sobrevivir en un ambiente poco propicio, sobre todo fuera del centro del país (ahí sí han estado un poco más “protegidas”). También, y en mucho gracias a esas condiciones, se han desarrollado vicios, usos y costumbres dentro de las pequeñas comunidades científicas que afectan su desarrollo pleno y transparente, así como una enorme cantidad de simulación en lo que corresponde al supuesto “desarrollo tecnológico” y “aplicación” de la ciencia. Dicho de otra manera: existe ciencia en México. Poca, mal organizada y con problemas de crecimiento y perspectiva. Todo esto derivado de una casi nula inversión y un definitivo desinterés y desconocimiento por parte de quienes han gobernado.

Hoy no es diferente. Bueno, quizás un poco.

Se esperaba una oportunidad. No sucedió. Y no es como antes, lo percibo diferente. Antes no significábamos nada, o casi nada, que no es lo mismo, pero es igual. Ahora tengo la sensación de que significamos algo negativo, malo. No solo innecesario, sino contrario y opuesto a la sociedad. Ahora parece que la ciencia, y más concretamente quienes nos dedicamos a ella, no tenemos ningún respeto, interés ni sensibilidad por los problemas que aquejan a la sociedad. No, al parecer somos personas que estamos en “nuestro mundillo”, despreocupados y siempre pidiendo dinero. No queremos incomodarnos; gozamos de comodidad y no la queremos perder. No nos importa nadie. Bueno, tampoco, al parecer lo que sí nos interesa es apoyar a las grandes empresas e imperios a retener su poder y opresión sobre los demás. Al parecer, estamos enterándonos en este momento, de que un gran número de personas que nos dedicamos a la ciencia, hemos estado manipuladas, engatusadas y “ensuciadas de la mente” con ideas que solo benefician a los poderes opresores de la sociedad y de la naturaleza. Somos odiosos, la verdad.

Otro aspecto (relacionado) que en lo personal me inquieta mucho: uno de los factores que desde “pequeño” identifiqué como preocupante en nuestra falta de apropiación de la ciencia y el conocimiento era, aparte de una educación deficiente y desinteresada, el de una gran afección por la superstición. Eso no es exclusivo de México, pero es fuerte en nuestra sociedad. Ese tipo de pensamiento no solo se contrapone con el pensamiento científico, sino que al ser tomado en serio por muchas personas, atrofia el desarrollo social. Hoy parece institucionalizarse. Si es así, será devastador.

Al margen de todo esto, que al final del día es solo una expresión de desilusión, lo que queda evidenciado de manera contundente es que la ciencia, y su comunidad mexicana, son consideradas completamente innecesarias para el futuro de este país. Dos renglones, no perdón, menos, cinco renglones, lo evidencian.


Está cañón

julio 30, 2019

No existe la menor duda de que usted puede creer y pensar lo que quiera. También es verdad que nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de imponerle una idea ni forzarle a creer algo. Y aun así, tampoco existe la menor duda de que durante su vida le han impuesto un montón de ideas y conceptos que incluso a veces resulta muy difícil distinguir cuáles son.

Al margen de determinar cuáles son impuestas y cuáles no, todas las personas tenemos “nuestras” ideas y casi siempre intentamos defenderlas. Algunas personas utilizan argumentos lógicos, otras no. Lo que es muy común es que casi siempre nos gusta tener la razón, la tengamos o no.

Por otro lado, tenemos curiosidades y dudas, muchas dudas. Para todas ellas, casi siempre, tenemos alguna idea, opinión o incluso creencia, pero en algunas sabemos que dudamos. Cuando estas surgen y se manifiestan ante las demás personas, al recibir respuestas e ideas sobre ellas, hay por lo general dos maneras de reaccionar: estamos de acuerdo si más o menos se apegan a lo que creemos, o las rechazamos si medio contradicen lo que pensábamos. No importa si lo que escuchamos viene de parte de una persona experta en el tema o no, si nos gusta lo que oímos, lo aceptamos con mayor gracia que si contradice nuestros prejuicios. Cuando logramos que no sea así, es decir, cuando sí aceptamos lo que nos dice una persona experta, independientemente de si nos contradice, es porque en realidad sí tenemos un verdadero interés en satisfacer la curiosidad.

Todo este rollo es para introducir la siguiente pregunta ¿Existen cañones antigranizo, que se puedan utilizar en algún rancho o ejido y que puedan afectar las lluvias en el estado?

La respuesta rápida y contundente es no. No existen cañones antigranizo que puedan hacer eso.

Entonces, ¿por qué se habla tanto de ello? Por muchas y variadas razones. Algunas razones atienden a intereses “politicoides”, otras a intereses económicos (a veces relacionados con los politicoides), otras a la desesperación (real) de los sectores agrícolas, y también a nuestro gusto por la conspiración y el chisme.

Como todas las charlatanerías, los argumentos que se utilizan para generar confort en las mentes ansiosas de decir y sentir que sí existen son vagos y no se acotan a la pregunta enunciada. Sí existen técnicas para intentar modificar patrones de las nubes que utilizan “cañones”, solo que se requiere llevarlos en aviones para, después de haber estudiado a detalle regiones extensas de nubes, poder meterlos en los lugares adecuados y estudiar su efecto. Pensar que esto pueda ser hecho desde un rancho, simplemente apuntando a cualquier nube y que tenga efecto localizado en donde tienen sus sembradíos, es fantasía. Pero ya que sí existen el tipo de estudios que acabo de mencionar, no falta que la frase “ah, ya ves, ¿no que no existían?” sirva para calmar los nervios de quien, desde antes de averiguar, ya cree que existen y que afectan las lluvias en Colima.

Y así, gracias a esa inquietud, existe la posibilidad de utilizar estas ideas para aprovecharse. Si usted quiere creer porque le gustaría evitar que una granizada le destruya su cosecha, siempre habrá alguien dispuesto a venderle el “súper cañón”. Será difícil la venta porque será caro y usted, al tener que invertir el recurso, seguramente se pondrá en una actitud más escéptica. Sin embargo, hay vendedores muy hábiles que lograrán vender algunos. Una vez comprados, y con funcionamiento nulo, sucederá algo muy interesante: la persona estafada preferirá creer que sí le está funcionando antes que reconocer (a veces hasta a sí misma) que la estafaron. Por otro lado, si usted ya cree que existen y tiene pleno convencimiento de que son utilizados por empresarios y productores malvados que controlan y afectan el agua que cae del cielo de todos los colimenses, será casi imposible convencerle de que no es cierto. En ese caso, si la cantidad de personas con ese sentir es significativo, se vuelve un problema de interés (capital) político y no faltará quien se ponga a defender la sagrada lluvia de esos maliciosos cañones.

Lo peculiar de todo esto es que, a diferencia de temas en los que es difícil determinar con certeza la validez de las hipótesis o ideas, en esto hay certeza. No funcionan (ojalá fuera posible controlar las lluvias, pero no). Si usted tiene una duda genuina sobre si existen y son funcionales en los términos mencionados, no dude más. Si su duda no es genuina, entonces nunca dudó y solo quiere tener razón. Ah, por cierto y aprovechando el viaje: sí “fuimos” a la Luna.