Nos encantan los títulos. Si no son nobiliarios no importa, para eso tenemos los académicos. ¿Cuántas veces no ha pasado algo como lo siguiente?: El Dr. Fulano de Tal va caminando por un campus universitario y un “simple” estudiante le dice “Hola Fulano, ¿cómo estás?” Fulano mientras tanto, con cara de ofendido, responde “Dr. De Tal, que mi trabajo me costó.” Estoy seguro que quienes hayan tenido la oportunidad de estudiar y/o trabajar en una universidad habrán escuchado algo muy similar. Quiero que pongamos algo en claro: a cualquier individuo que diga algo así debemos responder inmediatamente y con absoluta certeza: “se nota que te costó demasiado.”
En tiempos en los que los títulos nobiliarios, perdón, quise decir académicos, son tan importantes para la seguridad y estabilidad emocional de las personas, intentaré describir qué quiere decir una palabrita que ha empezado a sonar y que recibe múltiples acepciones: Postdoctorado.
Antes de explicar qué significa me permito aclarar algo que no significa: El postdoctorado NO es un grado (ni título) académico.
Un título académico es aquel que (en principio) se obtiene al cumplir una serie de requisitos académicos y administrativos impuestos por una institución de educación superior. Para obtenerlos se «defienden» de alguna manera (exámenes, defensas de tesis, etc.) y al ser “aprobada,” la persona adquiere el título (un papelito que puede poner en un cuadro y colgar donde sea visible por la mayor cantidad de personas posible, si no ¿qué chiste?). El título académico máximo que existe en este momento se llama “doctorado.”
La mayor parte de la investigación científica del mundo se realiza en universidades. También la mayor parte de la investigación científica se hace en países desarrollados. En la mayoría de ellos, las universidades contratan a sus docentes con el requisito mínimo de doctorado (no hay diferencia sustancial entre docentes e investigadores). Además, dado que ya cuentan con una tradición científica consolidada, el número de personas con doctorado es elevado, así que hay buena competencia para poder obtener una plaza de trabajo permanente. Esta situación ha estado presente en esos países ya desde hace décadas y conforme otros países emergentes se han unido (o intentan unirse) a esos esquemas, la competencia se ha internacionalizado. Así cuando una persona termina su doctorado tendrá que competir por una posición académica con personas de todo el mundo, desde luego todas con doctorado.
Para poder suplir las necesidades y mejorar la competitividad (y para poder ofrecer empleo no tan costoso en muchos casos), un recurso que surgió fue el de crear posiciones temporales, por lo general de 2 a 3 años, que correspondieran a la primera experiencia laboral de los recién doctorados. Se le llama posición postdoctoral. Es decir, un postdoc es un doctor que tiene una posición (laboral) temporal que le permitirá adquirir experiencia y mostrar sus habilidades con la finalidad de posteriormente obtener una posición permanente (por lo general en una institución distinta a la que lo contrató como postdoc y también a la que le otorgó el doctorado, es decir, dentro de lo posible evitar la endogamia académica). Por lo general, aunque varía un poco de disciplina a disciplina, las personas realizan dos o tres postdocs antes de conseguir una posición permanente. En países desarrollados obtener una posición permanente después de un solo postdoc es visto como un logro importante.
En países como el nuestro, que se encuentra en una transición académica en la que la investigación científica se empieza a realizar a lo largo y ancho de su territorio y no solo en un par de instituciones, estos esquemas aún resultan «curiosos». En países/culturas en que un doctorado se ve como la meta y no como el requisito mínimo es difícil entender qué significa el postdoc. Por lo general se percibe al doctorado como un premio, recibido después de mucho esfuerzo y que, al obtenerlo, deberíamos ya descansar y ser adulados (¡oh sorpresa!). Así pues, para algunas personas entonces el postdoc les suena – agradablemente – como un posible nuevo título de nobleza: imaginen, no solo es doctor, ¡además tienen 2 postdoctorados. ¡Es un genio!
Lamentablemente esta situación permea incluso en los sistemas administrativos de la ciencia mexicana. Quienes hacemos ciencia estamos registrados ante el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, el famoso CONACYT. En el sistema de captura de los “ridiculums” de los investigadores aparece el espacio en donde debemos poner nuestro “grado académico” y sí, en verdad , ahí en ese lugar existe la opción de postdoctorado. Da penilla.