Desconfianza

julio 9, 2018

 

Pareciera que la experticia es algo negativo. Al preguntar sobre algo, uno esperaría que lo que se busca es una respuesta con veracidad. Por alguna razón, a veces, si la respuesta viene de una persona experta, como que no nos gusta. Cuántas veces no se escucha que le pregunten a alguien que se dedica a la biotecnología algo como: “¿Son malos (para la salud) los transgénicos?”. “No, para nada”, responde. “¿Y cómo sabes? Yo leí que hay muchos estudios que dicen que hacen mucho daño; es más, vi un video donde un científico dice que sí.” Otro inicio de conversación muy común que involucra un tema que pudiera ser controversial: “bueno, como andas en eso de la ciencia ya sé que vas a decir que no es posible, pero a mí me consta que sí funciona …”

El hecho de que quien contestó sobre los transgénicos o a quien le están comentando las ideas equivocadas haya pasado tiempo preparándose, aprendiendo, especializándose en un área que precisamente tiene que ver con la pregunta y el tema, que sea una persona que ha dedicado buena parte de su vida precisamente a tratar de entender e incrementar nuestro conocimiento en esas áreas, parece no ser suficiente para contrarrestar una idea formada por lecturas poco técnicas y creencias de quienes preguntaron. Ni siquiera cuenta en la discusión que a veces, en muchas ocasiones, quien pregunta no terminó la prepa (o si la terminó nadie sabe exactamente por qué ni cómo) y que considera que todas las opiniones cuentan. Perdón, no solo cuentan, sino que ¡cuentan lo mismo!

Es bien sabido, y hasta me resulta cansado el repetirlo, pero no olvidemos que todas las personas debemos tener el derecho a pensar y opinar lo que deseemos, pero que eso no implica que nuestras ideas y expresiones tengan sentido ni que no puedan ser criticadas. Las ideas no tienen por qué ser respetadas, sobre todo si sabemos y podemos sustentar con evidencia que están equivocadas. Ninguna persona está – ni debe ser – forzada a aceptar ninguna idea, independientemente de que yo tenga el derecho de expresarla. Las ideas deben ser analizadas, criticadas, contrastadas y matizadas. Cada quien decidirá con qué se queda. Lo interesante es que cuando estudiamos y nos preparamos un poco, se esperaría que aprendiésemos a explotar nuestra capacidad de análisis para que así, poco a poco, lográramos ir aceptando aquellas ideas que tienen sustento y desarrolláramos la habilidad de ir “soltando” aquellas que no. También, ya que no podemos saber todo, ni podemos volvernos expertos en todo, cuando nuestras dudas e inquietudes recaen en áreas que no dominamos, y queremos tener un poco de idea, se esperaría que al preguntar y recibir información, si esta viene de una persona experta, uno le daría un poco más de peso que si no. No se trata de que un experto siempre tenga la razón, se trata, simplemente, de que sabe más que yo.

En realidad el problema no es creerle o no a una persona experta. El problema consiste más bien en recibir una respuesta que vaya en contra o sea diferente a nuestra pre-concepción. Ahí está el asunto. Es difícil ver que nos equivocamos, y más si ya hemos manifestado nuestra idea antes. Como que nos veremos “mal”.

Hay muchas razones por las cuales nuestra sociedad desconfía de la ciencia y de las personas que nos dedicamos a ella. No hay una receta para poder cambiar eso, y se necesitan muchas estrategias diferentes que se adapten a situaciones muy diversas y además cambiantes. Sin embargo uno de los ingredientes presente en cualquier estrategia es la educación formal, la que debemos brindar a todas las personas. Recordemos que una sociedad desinformada, con una paupérrima capacidad de pensamiento crítico y una cultura de rechazo al conocimiento, es una sociedad vulnerable y destinada a la manipulación y el subdesarrollo.


Bocanada

julio 4, 2018

 

A veces es necesario, indispensable, tomar una bocanada de aire fresco. Para quienes hacemos ciencia dentro de instituciones de educación superior mexicanas, los periodos vacacionales representan una oportunidad de trabajar sin distracciones, o al menos sin las distracciones comunes asociadas a la vida universitaria cotidiana. La investigación científica requiere de ciertas condiciones para poder realizarse, y uno de los factores indispensables es el de poder pensar profundamente sin distracción.

Quienes no han realizado investigación científica pueden a veces confundirla con investigación de “otros tipos”, en particular con la que a veces se realiza en ambientes académicos. Muchas veces, ya que los resultados se manifiestan en la publicación de artículos (científicos), algunas personas se imaginan que la actividad científica consiste en leer mucho, hacer resúmenes y pasar las horas escribiendo artículos que resumen y/o describen lo leído, quizá con alguna aportación personal de interpretación, o quizá incluyendo la descripción de algunos datos recabados en llenados de indicadores de actividades académicas. Nada podría estar más alejado de la realidad. Las personas que nos dedicamos a la ciencia sí escribimos artículos, que son documentos que deben contener resultados originales y que serán revisados por otras personas de la comunidad científica para su valoración antes de ser aceptados para publicación, pero ese proceso representa solamente el último eslabón en una serie complicada de acciones que se llevan a cabo durante todo el proceso. Representa quizá, cuando mucho, un 5% del trabajo necesario en un proyecto de investigación científica.

Y entonces, ¿en qué consiste la investigación científica? Sucintamente: en una serie de actividades relacionadas a intentar resolver preguntas que aún no tienen respuesta. El proceso puede involucrar diferentes actividades como la de diseñar experimentos, llevarlos acabo y/o mantenerlos, matematizar las preguntas, producir soluciones analíticas y/o numéricas (computacionales), diseñar técnicas completamente nuevas, y muchas otras más. Uno de los ingredientes básicos que ya mencioné arriba consiste en el de pensar profundamente sobre el problema y las estrategias para intentar resolverlo. Lo vuelvo a mencionar porque esto puede también generar confusión. Es claro que todas las personas pensamos y nos concentramos cuando queremos resolver cualquier cuestión, sin embargo, las personas que se dedican a la ciencia, tienen un entrenamiento específico, difícil de adquirir y dominar, que permite pensar de maneras muy distintas y en particular con una intensidad de alto rendimiento. Eso, naturalmente, requiere de un enfoque y énfasis diferente a lo común.

Desafortunadamente, en muchas ocasiones, las condiciones necesarias para poder hacerlo de forma consistente y sostenida no se dan de manera cotidiana, y las vacaciones pueden brindar oportunidades para hacerlo. Una de las formas comunes en las que trabajamos y logramos avanzar es llevar a cabo discusiones enfocadas sobre los problemas y estrategias con las personas que colaboramos, comúnmente personas que trabajan en otras partes del mundo. Las vacaciones son oportunidades fantásticas para poder hacerlo.

Escribo esto porque recientemente, durante las vacaciones de semana santa, tuve una bocanada de aire fresco maravillosa. No solo tuve oportunidad de avanzar en algunos proyectos, pude también ver y platicar con colegas y amigos que no veía hace mucho tiempo, visitar lugares en donde he pasado momentos muy agradables en mi carrera científica y, por si eso no fuese poco, recibí excelentes noticias de un par de estudiantes de Colima que acaban de recibir ofertas de universidades norteamericanas para ir a realizar sus doctorados.

Hoy estoy esperando la siguiente bocanada que viene pronto…. para seguir «trabajando en mis 6 sabores» 😛


País pobre … pobre país

julio 1, 2018

Hoy, los seres humanos, monitorizamos el espacio exterior en busca de objetos que pudieran colisionar con la Tierra y exterminar la vida. Hoy monitorizamos volcanes y la atmósfera para tratar de prevenir desastres humanos causados por fenómenos naturales (y si no logramos prevenirlos con suficiente tiempo, al menos intentar aminorar los daños). Hoy, y desde hace décadas, se ha luchado contra un sinnúmero de enfermedades que azotaban a la humanidad y que algunas han sido incluso erradicadas del planeta. Existen otras que no hemos logrado batir, pero ya nadie recuerda las más mortales (¡y qué bueno!). Hoy hay hambre. Hoy, si quisiéramos y estuviésemos dispuestos a sacrificar un poco de nuestra comodidad, existe la posibilidad técnica de que nadie tenga hambre, es decir, existe la manera de producir comida para todas las personas. Lo que nos falta es llevarla a todos lados y hacerla accesible para cualquiera: al parecer, no es negocio, no “conviene”.

Volviendo a los asteroides, me gustaría que pensáramos por un instante y de manera breve qué es lo que hemos necesitado como humanidad para poder emprender el monitoreo de objetos cercanos a la Tierra: satélites con telescopios que puedan registrar tanto en luz visible como en infrarroja. Obviamente para poder tener satélites funcionando, debimos ser capaces de ponerlos es en órbita alrededor de la Tierra. Para poder hacer eso tuvimos que tener cohetes, motores y combustibles especiales. Además, necesitamos de mucha electrónica (sensores, computadoras de todo tipo, memorias, los detectores de los telescopios), sistemas de comunicación, antenas, sistemas de refrigeración, creación de materiales específicos tanto para los cohetes como para los satélites y los telescopios y un gran etcétera. Obviamente, para poder tener todo eso, se tuvo que haber diseñado y creado cada uno de ellos: ninguno crece en los árboles, ni por muy fértil que sea el suelo. Para lograrlo, en realidad, primero se tuvo que entender cómo funciona la naturaleza, es decir, se tuvo que entender algo sobre la gravedad, el electromagnetismo, la mecánica cuántica, la termodinámica, la geofísica, la química y sí, las matemáticas. Por otra parte, ni los cohetes, ni los satélites, ni las computadoras, ni las antenas, ni los sensores, ni los refrigeradores, ni los materiales fueron concebidos porque a alguien se la haya ocurrido monitorear asteroides. La gravedad, la mecánica cuántica, la termodinámica, la geofísica, la química y las matemáticas no fueron inventadas como herramientas para poder monitorear asteroides (ni volcanes, ni enfermedades). Entonces, ¿de dónde surgieron?

El conocimiento científico ha surgido principalmente gracias a dos características intrínsecas del animal llamado ser humano: curiosidad y territorialidad. La curiosidad nos ha llevado a preguntar y buscar respuestas sobre todo lo que nos rodea y lo que imaginamos, la territorialidad nos ha motivado a utilizar el conocimiento adquirido para generar instrumentos y herramientas que nos permita tener bienestar, defender y engrandecer nuestro terruño. Así de básico y sencillo es el principio. Cuando las cosas van bien y existe una cierta estabilidad, también hemos utilizado los conocimientos para muchas otras cosas, pero en el fondo, en esencia, lo primero que hacemos es cuidarnos y tratar de vencer al otro. Los nobles sentimientos e ideales florecen con el estómago lleno y en la seguridad del terruño protegido.

Así pues, tomando en cuenta estos ingredientes básicos, podemos entender por qué prácticamente todas las comunidades pobres en actividad científica, son también pobres en términos de desarrollo y nivel de vida. Mientras no se involucren de manera directa en la ciencia, seguirán siendo sometidas y difícilmente lograrán avanzar sin el permiso y la benevolencia de los demás, que recordemos existe o puede existir solo cuando hay equilibrio. En el momento en el que haya problemas, cada quien verá para su terruño, así somos. No es ni malo ni bueno, simplemente es. Si queremos estar en posibilidades de decidir y no de que decidan por nosotros, necesitamos prepararnos. Si queremos estar en condiciones de resolver eficientemente nuestros problemas y de aportar soluciones a problemas de los demás, necesitamos prepararnos. Estamos en posibilidades y tenemos las condiciones para prepararnos, solo necesitamos trabajar mucho, con toda la dedicación, nada a medias. Necesitamos, como país, invertir sin escatimar en ciencia. Necesitamos creerlo y apostarle con todo. Necesitamos hacerlo como sociedad y sobre todo conscientes de que los frutos se darán en un futuro cercano pero no inmediato. Ese es el reto. No es tan difícil realmente. ¿Cómo ven? ¿Le entramos? Si estás de acuerdo, escríbele un mensaje a tus servidoras y servidores públicos (de todos los niveles) y coméntales que consideras que el apoyo a la ciencia debe ser prioritario para el país.