Pos no pude vencer la tentación y regresé al billar con la sucia intención de coyotear. Llegando pedí una mesa para mi solo y empecé a darle a las bolas (eso de pedir consistió en apuntar a la mesa y hacer gestos, porque sabrá la chin… cómo se pide la mesa en vietnamita!).
Este billar es un lugar a donde no van turistas. Es un típico billar perdido en el barrio con barra de hielo en el mingitorio, caras oscuras, tipos descamisados de ojos vidriosos, olores interesantes y un aire pesado. Ya se han de imaginar la curiosidad que causé al entrar con mis bermudas y sombrero de explorador (esto era parte de mi plan, por supuesto).
Pasaron no menos de 15 minutos cuando unos tipos se acercaron a la mesa. Recuerden que ellos no juegan a 3 bandas, así que cuando veían mis intentos fallidos, no entendían porqué había tirado de esa manera, ya que hubiera sido mucho más sencillo tirar a simplemente pegarle a las dos bolas. Esto funcionó en ventaja mía, como verán.
Completamente ajeno a sus presencias (yeah right) seguí jugando disque ignorándolos. Pasaron otros 5 minutos y en un inglés bastante entendible me dijo uno de ellos
– ¿esperas a tu amigo?
a lo que respondí afirmativamente (mintiendo).
– ¿tu amigo es extranjero o vietnamita?
– Vietnamita,
contesté rápidamente. Y luego, despistadamente me dice
– debiste haber tirado por acá ,
a lo que asentí con cara de ¿ah si verdad? Luego, voltee a mirar la mesa de a lado, y con cara de incredulidad le dije
– oye, cuentan las carambolas aunque no sean 3 bandas ¿verdad?
Me dijo que si.
– Pero es más interesante si se hacen de tres – le dije mamonamente.
Unos minutos de silencio, varios intentos fallidos de mi parte y luego escucho la pregunta
– ¿qué, jugamos?
pensé unos milisegundos y contesté
– ¿de a cuánto?
Me cae que fue casi instintivo! Se sonrió, como pensando que yo estaba bromeando. Al ver que no, me dijo
– pues de a 100 (100,000 dong que son como 6 dólares)
– Ya estás, pero de a tres bandas!
Empezó el primer partido. Decidimos que sería a 10 carambolas y le cedí el comienzo. Nada, no pudo hacer la primera y entonces llegó mi turno. Fallé. Así seguimos por unos turnos y empecé a sacar carambolas. Íbamos 4 a 0 (a mi favor) y algo me decía (me recordaba) que no, que no ganara. Por fin sacó una carambola, luego 2 y 3. Yo logré otras 2 y dejé que me empatara. Tardo un rato. Llegamos a 8 a 6 a su favor y lo empaté. Me esperé y ganó el primer partido. Perfecto, todo va como lo planeamos (maldito desgraciado! pero ni modo, así es ésto).
– ¿Qué, jugamos otro?
pregunté hipócritamente.
– Seguro, si tú quieres.
– Pos si quiero
10 a 2 y recuperé mis 100,000 dong. No habiamos terminado de intercambiar el billete cuando como dulce a los oídos escucho
– ¿qué, le seguimos?
– Seguro, si tú quieres!
10 a 1 y gané mis primeros 100,000 dong.
– ¿el último? –
– sale, el último –
200,000 dong de ganancia.
No cabe duda de que las malas mañas funcionan en todos lados!