¿Por qué alguien debería dedicarse a la ciencia?

 

Claro que es por vocación, no hay de otra, ¿o sí?

Ante la realidad, es verdaderamente interesante la pregunta. Se dice en muchos lados que tenemos curiosidad y una mente científica al entrar a la escuela. Luego, poco a poco esta se va perdiendo y se va moldeando para no pensar demasiado. No sé si sea cierto. Lo que sí me consta, es que la información que nos llega constantemente en los medios nos muestra que las personas “exitosas”, las que al parecer “valen la pena”, son en efecto bastante alejadas a cualquier cosa que tenga que ver con ser educadas y preparadas intelectualmente. En el mejor de los casos vemos a algunos deportistas (aunque en muy pocos deportes y de manera exagerada), artistas (entiéndase personas de la farándula), y por si fuera poco bastantes criminales (oficiales y no oficiales).

La situación es tan alarmante que no solo no vemos a la educación y al intelecto como algo inspirador y digno de aspirar a, sino que a veces pareciera algo a evitar. Lo “educado”, lo “intelectual” es ajeno y desagradable. Lo más que se acerca a algo aceptable es el arte: algunas personas en el ámbito de la pintura o las letras son admiradas (jamás al nivel de un delantero) y a veces hasta escuchadas. Y así, en nuestros países, artistas (de farándula) y deportistas tienen más impacto con sus opiniones y comentarios que las personas de ciencia.

La vida intelectual en México está alejada del colectivo. No forma parte de nuestra forma de ser. Es ajena, es alienígena. ¿Por qué? Yo creo que es un problema de clases. La educación básica de calidad ha estado por mucho tiempo al alcance únicamente de personas privilegiadas. Por otro lado, la educación masiva, que ha logrado un poco, ha comprometido demasiado la calidad. No imagino que exista una estrategia de mantener a toda la población ignorante, más bien creo que hay un desinterés por hacer las cosas bien. Hay un interés por simular que se están haciendo las cosas bien, pero no importa si en efecto así es. Y eso es muy peligroso. Por un lado, se aparenta dar más oportunidades a quienes no las tienen, y por otro, la simulación hace que generaciones de personas mal preparadas funjan como preparadas. Esto es una receta para el fracaso.

Es fácil engañar. Es fácil que en una sociedad en la que generaciones recientes – muy recientes – las personas no tenían la oportunidad de aprender a leer, el que ahora un porcentaje grande de la población infantil tenga el acceso a una escuela se vea como que ahora sí hay oportunidades. Es fácil que, al conocer algunos casos de personas con orígenes socioeconómicos muy bajos que lograron hacer doctorados en el extranjero, se piense que se ha avanzado. Es fácil, además, porque necesitamos creerlo. Sin embargo, en un análisis más frío, podemos ver sin mucho problema, que se trata únicamente de “escapes” a la presión. No tenemos un esquema de verdadero crecimiento y generación de oportunidades reales, sistemáticas.

No todo es malo. No es mi intención (ni mi sentir) decir que nada sirve y que todo está mal. No. Lo que sí me preocupa es que seamos muchas las personas que nos auto-engañemos y pensemos que las cosas van bien. Me preocupa el balance de masificación versus calidad (en el que normalmente se sacrifica la segunda) en una sociedad que necesita competir y generar muchas oportunidades.

Esta preocupación es lo que me hace concluir que, efectivamente, aparte de la vocación, toda esta situación es una razón contundente del porqué nuestras mentes más interesantes deberían dedicarse a la ciencia. Les necesitamos urgentemente. ¡Anímense!

 

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