Al explicar en clase es cuando entiendo. Es una sensación muy interesante. A veces, cuando preparo algún tema y exploro diferentes maneras de presentarlo, reviso material de varias fuentes. Veo cómo lo hacen en un libro, en otro, y así hasta que encuentro alguna forma que me parece interesante. Luego trato de incorporarla dentro del “tono” del libro principal que utilizo (siempre trato de seguir un libro en particular en mis cursos de licenciatura). En más de una ocasión, al revisar el material poco antes de dar clase, me da la sensación de no tener claridad en todos los aspectos. A veces siento que no entiendo del todo la explicación o el enfoque.
Empieza la clase y todo cambia de manera inmediata. Al ver las expresiones de quienes me escuchan intento tratar de adivinar sus preguntas y eso hace, en ese momento, que vea con una claridad que no logré antes. Es increíble. Cuando empiezan a preguntar, todavía mejor, debido a que obviamente no todas las preguntas que me imaginé que tenían las tenían, ni yo las respuestas. Así que empieza un proceso de creación e interacción que disfruto mucho y que procuro incentivar, lo induzco. Si no salen las preguntas de manera automática, las fuerzo, hago que las saquen. Luego, y esto es lo más importante para mí, nunca las respondo. Busco la manera de que el mismo grupo, si no es que la misma persona que la preguntó, sea quien encuentre la respuesta. Así es como aprendo yo; mis estudiantes quién sabe, pero eso es su problema: ¡ya les tocará enseñar y por lo tanto aprender!
Enseñar es una cuestión muy personal. Yo no creo que se pueda enseñar a enseñar sin enseñar o, con más claridad, solo enseñando se puede llegar a aprender a enseñar, ¡y a veces! Enseñar es un oficio y me queda claro que la única forma de lograr hacerlo de manera efectiva es a través de la práctica constante, sustentada en una fuerte y solida base de conocimiento disciplinar (en todos los niveles, con los matices obvios). Un ingrediente que considero indispensable es el de desear, más bien disfrutar, el compartir. Para compartir hay que tener. Si se comparte es porque se disfruta. Si se disfruta se hace bien.
Creo que la masificación de la educación, llevada a cabo con prisa y sin cautela, aunada a la impaciente necesidad de adaptarla a indicadores e índices “medibles”, ha generado una tendencia – en mi opinión muy peligrosa, es más, nefasta – sobre el significado de la enseñanza. Se genera una idea de que se puede enseñar por método y se realizan estudios para determinar cómo enseñar. Creo que eso, en el contexto que menciono, ha generado muchos problemas y nos ha llevado a un “mirage” del que será muy difícil salir.
Tenemos a muchas personas a cargo de cursos sobre temas que no solo no dominan, a veces aborrecen. Tenemos a muchas personas completamente capacitadas para enseñar, verdaderamente enamoradas del oficio y dispuestas a compartir, que se encuentran saturadas de formatos inútiles y sinsentido que servirán para que alguna otra persona (o grupo) recabe “información” y pueda dizque sustentar sus estrategias y modelos, que siempre resultan ser buenos en papel, y así decir que se hace investigación. Luego, pa’acabarla de amolar, las pocas (sí, muy pocas) personas que sí realizan investigación seria en el tema de la educación son comúnmente ignoradas, ya que sus voces quedan perdidas en la maraña. Es un problema serio.
¿Han notado cómo la figura del docente ha ido perdiendo fuerza? Cada vez es la persona menos importante en el esquema educativo, su posición se ha debilitado. No decide, solo le dicen lo que debe hacer. Ya no es quien sabe, sino quien implementa un programa diseñado por quién sabe quién. Ya no se requiere que sepa, es casi casi prescindible. Es una vergüenza. Si no conseguimos revertir esta situación y lograr que quienes están a cargo de brindar educación a la sociedad sean quienes saben y que estén muy valoradas en el estrato social, no saldremos del agujero en que nos estamos propulsando con demasiado ahínco.
Agradezco sus comentarios….