Ya me canso de contar cuántas veces he escuchado o leído en diferentes discursos frases cercanas a “no debemos quedarnos con solo la creación del conocimiento sino hay que ver cómo utilizarlo para mejorar la sociedad” (o algo similar). Por lo general son emitidas por personas que ni han generado conocimiento ni lo han aplicado, pero que por alguna razón piensan que la frase tiene sentido. A mí me confunde mucho. Bueno, me confunde si considero que están diciendo lo que quieren decir y no otra cosa, y en realidad sé que están tratando de decir otra cosa. Por lo general (otra vez) lo que intentan decir es que no se hace nada y que se debería hacer algo. O más aun, como son frases emitidas (casi siempre) por personas a las que se les pide/exige/ruega por recursos, y que además son responsables del desarrollo de sus comunidades, les gustaría que hubiese soluciones inmediatas y baratas a los problemas. Al ser imposible, como que se les empieza a generar la idea de que se ha invertido mucho en educación (falso) e investigación (falso) y que no se generan soluciones “reales” y solo se estudian cosas que no tienen nada que ver con los problemas “verdaderos”. La verdad es mucho más complicada, como ya hemos discutido en este espacio.
Existen problemas concretos de importancia social inmediata. Las posibles soluciones involucrarán a los diferentes sectores de la sociedad – incluido el científico – trabajando en sintonía y cooperación. No es seguro que se puedan resolver: no se trata únicamente de que se desee hacerlo. En el caso concreto de la participación de la ciencia y/o la comunidad científica, es importante entender con claridad que las posibles soluciones a los problemas más apremiantes de la sociedad no surgen por receta. Ya la ciencia ha demostrado durante los últimos años que su impacto en la sociedad es garantizado, y que las soluciones surgen de un proceso que se nutre de la abstracción y la curiosidad.
La forma en que vivimos está influenciada en todos los aspectos por el conocimiento adquirido por la humanidad, independientemente de dónde (léase país) se haya generado y transferido. Es verdad que los problemas más específicos y locales de las diferentes regiones sí son atendidos con mayor eficacia por sus propias comunidades científicas (hay un interés tribal, de pertenencia) y por ende aquellos lugares (léase países) en los que existe una comunidad científica robusta son precisamente los que logran avanzar con menor dificultad.
¿Qué es una comunidad científica robusta? Es aquella que cuenta con una masa crítica de personas preparadas en todos los ámbitos de la actividad científica, que no está contrariada por etiquetas de conocimiento versus aplicación, y que ha mantenido un apoyo constante y real durante un tiempo considerable (varias generaciones). Desde luego que existen pocos países con comunidades científicas robustas y consolidadas. Hay algunos que están en ese camino y se están acercando. Algunos incluso ya empiezan a ver los frutos de manera muy tangible. Hay muchos más en los que apenas se está empezando.
Hay otros, como el nuestro, en el que se tiene mucho tiempo “empezando” pero no arrancamos. Hemos sido demasiado tibios. Tenemos una comunidad científica, sí, pero pequeña, endeble, contrariada en sus divisiones y propósitos. La ciencia en nuestro país no ha sido parte del proyecto de nación, lo que necesariamente implica que no ha sido apoyada para ser relevante. Y sin embargo, en el discurso, y por la comparación con otras naciones (sobre todo las desarrolladas, con las que a algunas de las personas que emiten los discursos les gusta comparar), se dice que la ciencia y las personas que hacemos investigación deberíamos “no solo generar conocimiento, sino aplicarlo”. Y yo no dejo de decir en mi mente cada vez que escucho eso “¡qué curioso!, si es obvio que no pueden separarse esas dos cosas”.