Prácticamente todas las personas que nos dedicamos a la ciencia damos clases. Dependiendo del sistema de organización universitaria de nuestros países, damos clases a estudiantes que se están formando para dedicarse a la ciencia y/o a estudiantes de carreras no científicas. No somos maestras ni maestros, pero una parte importante de nuestro tiempo y de nuestra contribución a la sociedad es precisamente dar clases. A la mayoría nos gusta.
Otra característica básica de quienes nos dedicamos a la ciencia es que nos encanta el chisme. Nos produce placer andar hablando de lo que hacemos y lo que estamos pensando. No podemos obtener un resultado porque inmediatamente queremos darlo a conocer y compartirlo (presumirlo) con colegas. La manera oficial de hacerlo es a través de las publicaciones científicas y, por lo tanto, quienes estamos activos, publicamos en ellas nuestros hallazgos. Existen revistas de varios niveles de calidad, como en todo, y por lo general intentamos publicar en las más reconocidas (claro que hay quienes, al no poder publicar en revistas serias, que no es trivial, inventan sus propias revistas, pero no nos distraigamos con eso).
Publicar – entonces – es una manera de presumir con colegas lo que hemos logrado. Otra manera muy común e importante de difundir resultados y de enterarnos de lo que otras personas realizan es la participación en congresos científicos. Estos son eventos en los que exponemos nuestros resultados ante una audiencia muy crítica. Aunque se da, es poco común que asistir a un congreso solo para escuchar. Más bien la idea es, además de escuchar y criticar (la crítica es uno de los pilares de la actividad científica) el trabajo de los demás, exponer las ideas propias para que sean analizadas y criticadas por la comunidad científica. Solo así se crece. Nota: desde luego que existen congresos «patito», como las revistas que mencioné antes, pero otra vez, aquí estamos hablando de los serio.
En los congresos se interacciona con personas de todo el mundo y se dan posibles inicios a colaboraciones futuras. En los ratos en que no hay «charlas» (conferencias) se platica de proyectos, ideas, errores y posibles colaboraciones. A la hora del café, a la hora de la comida, a la hora de la cena, prácticamente todo el tiempo, se mantiene uno hablando de los temas de su área y escuchando que hacen las demás personas. ¡Puro presumir!, aunque con cuidado: el ambiente, sobre todo si el congreso es de buen nivel, es bastante crítico y no se perdona fácilmente. Así que, para andar de chismoso, ya sea presumiendo o criticando, más vale tener argumentos sólidos y fundamentados, ya que de lo contrario se puede salir de ahí algo “lastimado”.
Luego hay otro tipo de actividad que combina la presumida y la enseñada, se les conoce como “escuelas”. Una escuela es un evento que puede durar desde una semana a un par de meses en el que se presentan cursos especializados a estudiantes, provenientes de todo el mundo, y pueden ser de nivel licenciatura o posgrado, a veces mixta. Esos eventos son muy bonitos y en lo personal de mis favoritos.
En todos estos congresos y escuelas se presentan algunas conferencias especiales, por lo general de colegas con cierto nivel de reconocimiento e impacto. Algo que puede parecer curioso (a mí me pareció curioso saber que en otras áreas no es así): ninguna de estas personas cobra. Ni conferencistas especiales, ni quienes imparten las clases para las escuelas, y mucho menos quienes presentan sus trabajos en los congresos. Me he enterado recientemente, hablando de chisme, y ha sido una desagradable sorpresa para mí, que, en muchas áreas no científicas, cualquier conferencista de medio pelo termina cobrando, a veces cantidades importantes. Eso sí, por lo general son conferencias en donde no se cuestiona nada y todas las personas van muy bien presentadas. Una chulada.
Agradezco sus comentarios…..