Una pregunta que me han hecho últimamente con cierta frecuencia es la de ¿qué se necesita para que una persona sea científica? ¿Qué atributos, talentos, capacidades y cualidades son indispensables? ¿Se necesita ser un genio? (si me han hecho esa pregunta, en serio, y también la que sigue), ¿Se necesita estar un poco loco? Muchas de estas preguntas surgen debido a que andamos promoviendo entre los jóvenes la idea de que ellos pueden dedicarse a la ciencia. Les decimos que no importa de dónde sean ni cuánto sepan: si lo desean y si están dispuestos a trabajar muy duro, tienen la oportunidad de convertirse en científicos y participar en la increíble travesía de extender el conocimiento de los humanos.
Las respuestas que he dado son variadas, pero una cosa que siempre menciono es que para poder ser científico, es necesario tener o adquirir una mente abierta. Creo que la mayoría de nosotros hemos escuchado la frase “mente abierta” en diferentes contextos y por ende podemos tener varias ideas sobre lo que ella significa. Debido a ello, siempre que menciono que para poder hacer ciencia se requiere tener una mente abierta, sigo mi explicación comentando a qué me refiero con esa expresión.
Es típico, al menos con la mayoría de las personas que he tenido oportunidad de hablar sobre este tema, que por mente abierta se interprete algo como lo siguiente: tener una mente abierta significa que todas las ideas son válidas y todas las opiniones cuentan igual. Una mente abierta es una mente “tolerante” que no juzga y no contradice ideas diferentes. Tener una mente abierta es aceptar a todos y por ende es algo positivo y “bueno.”
Patrañas. Eso no es tener una mente abierta, eso más bien es no tener mente. En realidad, aunque vestido de corderito benevolente, es una hipocresía de egoísmo barato: al poner como primicia que cualquier opinión es válida, en realidad lo que se está diciendo es: mi opinión es válida. No es necesariamente una expresión de tolerancia, como se pretende hacer ver, sino una actitud de autodefensa y protección para que las ideas propias no estén sujetas al escrutinio ajeno. Si digo que cualquier idea es igualmente valiosa, entonces automáticamente la mía lo es. Eso no es una mente abierta, eso es una tontería.
Una mente abierta es, de hecho, prácticamente lo opuesto. Una mente abierta es algo muy difícil de tener. ¿En qué consiste? La idea es muy sencilla: Todos tenemos ideas preconcebidas sobre prácticamente cualquier cosa. Ante cualquier idea, pregunta, situación, nosotros generamos ideas y explicaciones con diferentes niveles de sofisticación. Una mente abierta es aquella que defiende y elabora sus ideas y sus teorías sobre las preguntas y cuestiones que se le presentan. Al recibir opiniones diferentes las discute, las critica y trata de mostrarlas incorrectas. Luego, y esto es lo crucial, si la evidencia presentada y discutida muestra que la idea propia es incorrecta, la mente abierta acepta que estaba equivocada y sustituye – reemplaza – sus ideas con las nuevas que resultaron del análisis.
Una mente abierta es capaz de reconocer que estaba equivocada. Una mente abierta defiende sus ideas hasta que la evidencia muestra que son incorrectas. A partir de ese momento las abandona y busca otras que estén de acuerdo con la evidencia. Muchas veces no hay evidencia. Muchas veces hay misterios, hay incógnitas sin solución. En ese caso la mente abierta puede asumir una solución parcial, incompleta, pero siempre reconocerá que es parcial e incompleta. Nunca será absolutista.
Como podrán imaginar, tener una mente abierta es muy difícil. Las personas que se dedican a la ciencia tienen que “educar” a su mente a funcionar de esa manera. Es tan difícil y contrario a lo que hacemos de manera natural que los mismos científicos a veces se pierden y “se les resbala.” Hay científicos que han sufrido mucho por querer aferrase a sus ideas más que a la evidencia, a final de cuentas son humanos también. El entrenamiento se va dando desde que las personas deciden estudiar una carrera científica. Inmediatamente, desde la primera tarea en el primer semestre, se dan cuenta de que casi siempre se equivocan. Aprendemos muy rápido que nuestra mente requiere de tolerar derrotas ya que la naturaleza es mucho más interesante y creativa que nuestra intuición e imaginación. Lo hermoso es que llega un momento en donde podemos armonizar nuestras ideas con la realidad. Eso produce una satisfacción y una serie de sentimientos maravillosos, pero no sucede fácilmente.
Así que no teman contradecir ideas y opiniones. No teman que otras personas critiquen y destruyan sus ideas, es la mejor manera de crecer y aprender cosas nuevas. Critiquen y discutan fuertemente sus ideas, pero sustentándolas. Cuando no puedan sustentarlas, o cuando les muestren que están incorrectas, desháganse de ellas y siéntanse felices de haber crecido con ello.
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¿Tienes una mente abierta?