Había dos problemas y tenían que escoger uno. Eligieron el que decía: “enviar cargamento a órbitas bajas en la Tierra con cohetes tradicionales es muy caro: $15,000 dólares por kilogramo. Si se pudiera construir una torre lo suficientemente alta, los cohetes podrían ser lanzados desde la parte superior de la misma y se reduciría el costo de envío. ¿Cuánto costaría lanzar un cargamento de 10,000 kilogramos desde torres de diferentes alturas?”
Una vez decidido el problema a resolver, pasaron las siguientes 48 horas encerrados en mi oficina de la Facultad de Ciencias (de viernes a domingo) trabajando en la solución. Tuvieron que investigar sobre diferentes tópicos como mecánica, física de cohetes, química y no sé qué más. Eran tres estudiantes y cuando empezaron a desarrollar su solución matemática al problema, fue necesario escribir un código para poder resolver las ecuaciones diferenciales. El código no salía. No proveía de soluciones razonables, algo tenía que estar mal. Ya había transcurrido un día completo y uno de ellos se quedó dormido en la tasa del baño. Los otros no tenían energía ni para poder burlarse adecuadamente y por lo tanto, desgraciadamente, no existe una fotografía.
Descansaron un poco (muy poco) y de repente el programa decidió cooperar, es decir, finalmente lograron programar algo razonable. Entusiasmados empezaron a obtener resultados y analizaron los posibles casos. Conforme la computadora generaba más datos, se dieron cuenta que faltaban ya pocas horas para enviar sus resultados. Empezaron a escribir frenéticamente y preparar su reporte, que “obviamente” tenía que ser en inglés y en el formato de un artículo de investigación. Era además una regla que, para seguir formando parte de la competencia, el documento fuese enviado por correo electrónico antes de las 17:00 horas. Yo sabría si lo lograrían o no, ya que el mensaje iría con copia para mí. Me encontraba disfrutando una helada cerveza mientras checaba mi correo. El reloj decía 16:55. Nada. Una segunda mirada y eran las 16:59. Nada. Empecé a sospechar que algo andaba mal. 17:01 y llega el mensaje deseado. Unos minutos de angustia y finalmente se recibe un mensaje de los organizadores aceptando el documento. Se salvaron.
Así como ellos, otros 77 grupos alrededor del mundo enviaron en tiempo y forma sus soluciones. “Nuestro” equipo, formado por estudiantes del quinto semestre, recibió la noticia un mes después de que se habían hecho merecedores de una medalla de bronce. Estábamos contentos.
Se llama “The University Physics Competition” y es un concurso a nivel internacional para estudiantes de licenciatura. Se creó en el 2010 y la anécdota contada corresponde a la primera participación de un equipo colimense en el 2011. Primera participación y una medalla de bronce no está nada mal.
El año posterior, el 2012, el mismo equipo obtuvo una medalla de plata y además, un segundo equipo, formado por tres estudiantes de tercer semestre, obtuvo una mención honorífica. Si, tres tipos de tercer semestre. Hasta este momento son los mejores resultados para equipos de instituciones mexicanas.
En ese 2012 también hubo dos posibles problemas y cada equipo tuvo la opción de escoger uno. Resultó que escogieron diferente (todo desde luego hecho de manera independiente ya que los dos grupos no debían, bajo ninguna circunstancia, interaccionar). El problema elegido por el equipo ganador de medalla de plata consistió en lo siguiente: “Mercurio y la Luna no tienen volcanes activos en la actualidad, mientras que la Tierra y Venus sí. Esto se debe en gran medida a que tanto la Tierra como Venus son planetas (objetos) más grandes y por ende sus interiores no se han enfriado tanto desde la formación del sistema solar. Los astrónomos han descubierto recientemente una población de planetas extrasolares llamados súper-Tierras, mundos con masas varias veces mayores a la de la Tierra. ¿Cómo variaría con el tiempo el nivel de actividad volcánica de planetas parecidos a la Tierra con masas que varían de la mitad a tres veces el tamaño de la Tierra?” El equipo que obtuvo la mención honorífica trabajó en el segundo problema que decía: “en el año 2000, la Federación Internacional de Tenis de Mesa (ping pon) cambió el diámetro de la pelota oficial de 38 a 40 milímetros. El propósito fue incrementar los efectos de la resistencia del aire para que el juego se hiciera más lento, y por ende fuese más divertido como deporte televisado. Si el diámetro fuera incrementado aún más, ¿ayudaría a que el deporte fuese incluso mejor como espectáculo televisivo? ¿Cuál sería el mejor diámetro para la pelota tal que el juego fuese lo más divertido posible para el espectador?”
Este tipo de problemas requieren no solo conocimientos generales de varias disciplinas, sino también (y quizá más importante) la habilidad de diseñar posibles soluciones y modelos que permitan investigar diferentes escenarios. Mucha creatividad acompañada de conocimiento técnico y analítico.
Mientras ustedes leen estas líneas, en caso de que las estén leyendo el día de su publicación, los tres individuos (ahora en quinto semestre) están atacando, disfrutando, saboreando y soñando con el problema elegido de esta edición 2013 del concurso. Afortunadamente no están solos: otro equipo se les ha unido en la competencia y, para hacerlo más sabroso, es un equipo de tres mujeres (dos de tercer semestre y una de quito). Luego les cuento cómo les fue.