No se crea, no es cierto. Usted sabe muy bien que no todo lo que se dice es cierto. Por mucho que una mentira se repita, repita, repita y se vuelva a repetir, al punto que una mayoría pueda llegar a creerla, eso tampoco la hace verdad: sigue siendo una mentira.
No, no es verdad que se ha invertido en ciencia en nuestro país. No se ha invertido ni cercanamente lo mínimo como para pretender que tenemos, o debamos tener, una ciencia saludable, robusta, de impacto. Lo que se ha dedicado de recurso a la ciencia en nuestro país es demasiado insuficiente.
Hace varias décadas, algunos países que se encontraban en condiciones similares a las que tenía el nuestro, invirtieron en ciencia y educación. Invirtieron sin miedo, sin vacilación. Hoy, algunos de ellos impactan la economía mundial y lideran el desarrollo. Nosotros no. Durante ese mismo tiempo, la cantidad de recursos que nosotros dedicamos a esos rubros, ha sido prácticamente inexistente en comparación con lo que debió y pudo haber sido. Lo poco que se “invirtió” ha servido para que exista una “comunidad científica” endeble y poco visible, con realidades cotidianas obtusas y opacas. Nótese por favor que hablo de la “comunidad científica” y no de las personas. Existen en nuestro país personas con nivel y potencial comparable al que existe en los mejores lugares para la ciencia en el mundo, sin embargo la “comunidad científica” mexicana es débil y pequeña. ¿Qué tan pequeña? Por cada persona que realiza investigación científica en el país, se necesitan al menos otras diez.
Esto es un problema importante y hay que resolverlo, sin embargo, me parece que primero es indispensable reconocer (y atacar) otro problema que en mi opinión es incluso más serio: creer que estamos bien. Y es que es tan fácil engañarnos. De tanto escuchar que hacemos ciencia, de tanto desear que eso sea verdad, a veces quienes nos dedicamos a la ciencia también caemos en el error de creer que sí hay una ciencia robusta en el país, que sí se ha avanzado, que ¡ya estamos ahí! (o casi).
¿Por qué nos engañan – engañamos? Si hay algo que mueva montañas en México, son las apariencias. México es – aunque se nos olvide y no se refleje socialmente – un país muy rico. Tan es así, que forma parte de algunos grupos selectos a nivel internacional donde se supone participa en los foros más importantes para el desarrollo del mundo. Dentro de esos grupos se hacen evaluaciones y “rankings” en diferentes rubros, siempre incluyendo la educación y la ciencia. Al salir calificados con niveles paupérrimos en cuestiones educativas y tecnológicas, como que da pena, vergüenza. Esa penilla hace que a veces nuestros dirigentes se pregunten consternados: ¿Cómo es posible que seamos tan malos en esos rubros? ¿Cómo es posible?, ¿con todo lo que invertimos en ciencia (mentira, recuerden)? ¿Pos qué hacen? ¿En qué se gastan todo lo que “les damos”?
Para tratar de mejorar índices, rápido, de manera urgente y apresurada, a veces se intenta el discurso optimista y el “re-diseño” de medidas y métodos. Desafortunadamente, para quienes desean subir indicadores a toda costa sin inversión y de manera inmediata, los resultados de calidad no se pueden maquillar fácilmente.
Desafortunadamente también, a veces parecen no entenderlo y generan un discurso muy poderoso y penetrante en el que nos engañan con mentiras que luego a veces creemos. Pero no, no es verdad. No es cierto que se ha invertido en ciencia en nuestro país. La verdad es que necesitamos que se empiece a invertir seriamente para – primero – generar una base sólida y de alto nivel, que sustente las innovaciones tecnológicas en el futuro. No hay atajos, solo apariencias, y de mala calidad.