Lado oscuro

enero 16, 2017

 

Para poder acelerar se necesita una fuerza. Acelerar significa cambiar de velocidad – moverse más o menos rápido. Si lanzo una pelota al aire, la empujo por un breve instante y proveo una aceleración que a su vez hace que empiece a moverse hacia arriba. En el momento en que deja mi mano, la única fuerza que sigue “sintiendo” es la de la gravedad, que la jala hacia abajo. Por eso la pelota sale disparada con la velocidad inicial que le di hacia arriba, luego empieza a disminuir su velocidad hasta detenerse y regresa incrementando de nuevo su velocidad, que esta vez es hacia abajo. Gracias a esto pudimos inventar el beisbol.

Si no existiera la gravedad, la pelota se movería con una velocidad constante y no regresaría. No aceleraría, ni para incrementar ni para disminuir su velocidad. Para acelerar necesitamos algo más: una fuerza. Si de repente me diera cuenta de que mi pelota avanza hacia arriba y que va incrementando su velocidad, supondría que “algo” la empuja dando la fuerza necesaria para lograr esa aceleración. Sin fuerza adicional, de cualquier tipo, no puede haber una aceleración. Newton fue el primero en darse cuenta de esto hace alrededor de 350 años.

Otro posible desenlace de mi lanzamiento es que le diera suficiente velocidad inicial a la pelota como para que pudiera “escapar” de la atracción gravitacional. Se le llama velocidad de escape y para el caso de la Tierra es de aproximadamente 11 km/seg (o 39,600 km/hr). Esta situación corresponde al caso en que la velocidad inicial es lo suficientemente grande para justo vencer la barrera de la gravedad y mantenerse con una velocidad constante, alejándose para siempre.

El universo está en expansión. Hemos observado que las galaxias se alejan de nosotros y entre ellas. Este hecho es el que motivó a bautizar al Big Bang como “bang”, que traducimos como “explosión”. Si todas las galaxias se están separando, podemos imaginar que “regresando la película” todas se irán acercando. Si la película sigue indefinidamente veremos que todas las galaxias, y por ende todo el universo, surgieron de una región muy pequeña en la que todo estaba junto y muy denso. Luego ¡boom!, el universo empezó a crecer. Se formaron los primeros átomos de hidrógenos, poco después enormes grupos de estrellas, algunos con planetas. En al menos uno de ellos se formaron microbios que se tornaron en dinosaurios y que después terminaron en gallinas y loros. También se formaron algunos mamíferos y telescopios, luego electrónica y satélites que sirvieron, entre otras cosas, para darse cuenta de todo eso. Obviamente también, en esa pequeña historia de alrededor de 14 mil millones de años, surgieron cosas importantes como el beisbol y los partidos políticos que todos adoramos. Ah, y el plástico.

Existen al menos tres posibilidades lógicas para la expansión del universo: la gravedad “frena” poco a poco la expansión y el universo se “regresa”. Otra opción es que la velocidad inicial haya sido la suficiente para “escapar” y permanecer en expansión de una manera constante. Por último, la expansión del universo se hace de manera acelerada: cada vez se expanda más rápido. Esta posibilidad requiere que haya algo que provea esa aceleración. Si así fuese, tendríamos que determinar qué es lo que hace que se expanda cada vez más rápido.

Lo más bonito de todo es que los mamíferos que inventaron el plástico también son capaces de medir y determinar cuál de estas tres posibilidades es la que realmente sucede. Para no hacerla de mucha emoción: el universo se está expandiendo aceleradamente. Poquito, pero aceleradamente y por ende, existe algo que está acelerando la expansión. No sabemos qué es, es un problema abierto. Le llamamos energía oscura, nomás para hacerla de emoción.